Convivir con el dolor…..I parte

 

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Quiero contar mi experiencia y convivencia con el dolor, pero no sé por dónde comenzar, lo primero que se me viene a la cabeza ahora mismo fue una frase que me dijo mi doctor de medicina interna cuando le visité la primera vez: “tú te has acostumbrado a vivir con el dolor”…me dejó noqueada. Era cierto, ya no recordaba lo que era vivir sin dolor. El escribir esto más que para ayudar a nadie lo hago para ayudarme a mí misma, una forma de soltar lastre y quiero enfatizar que lo que he decidió hacer y que más adelante os contaré, no debe de realizarlo nadie. Esto es una decisión personal, bajo mi responsabilidad, no se trata de que desee animar a nadie a que haga lo mismo que yo he hecho, porque cada uno conoce su cuerpo y se conoce así mismo, y yo me conozco muy bien.

Para entender todo el proceso vivido tengo que trasladarme a cuando tenía 18 años, ahora tengo cincuenta y seis, o sea, que ha llovido varias veces desde entonces. Voy a intentar resumirlo lo más brevemente que pueda…

Todo comenzó cuando tenía 19 años. Un eccema muy agresivo me invadía la cara hasta tal punto que me la deformaba. Cuando el brote surgía tenía que ir a urgencias del hospital y allí con una inyección de urbasón la inflamación bajaba. Visitas al dermatólogo, pruebas y más pruebas y diagnóstico: eccema atópico. Recuerdo el tratamiento: Dexatavegil y daktarin crema…así durante años y entre brote y brote inyección de urbasón. Hasta que un nuevo médico de cabecera que llegó a la zona me dijo que no podía estar tomando cortisona toda la vida y me explicó el porqué.

Sea como fuere los brotes agresivos desaparecieron y el eccema aunque con menos intensidad de vez en cuando aparecía en la cara y también entre los dedos y la cara interna de los codos.

Bastantes años después y ya viviendo en Murcia vuelven aparecer, sin tanta intensidad como en la primera época y como coincidió con una etapa emocional complicada decido ir a un psicólogo. En la sala de espera me pongo a pensar y pensar…me levanto sin llegar a verle y me marcho. Decidí ir a un acupuntor. No me preguntéis el porqué de ese puntazo, simplemente surgió y decidí visitar a uno.
Este acupuntor puso orden en ese momento en mi estado de salud. Me recetó varios productos naturales y me animó hacer yoga. Le hice caso, entre práctica y practica de yoga, estudié neuropatía, acupuntura, reflexoterapia, briología, quiromasaje y entre medias me hice profesora de yoga (años después estudié osteopatía). El caso es que pasé dos años muy, muy buenos. Un día limpiando una ventana balcón en casa me incliné para limpiar la parte de abajo y recuerdo que ya no podía levantarme…así de golpe y sin más. Poco a poco me levanté y miré mis rodillas…estaban totalmente hinchadas. Llamé al médico y me dio cita para el día siguiente…a la mañana siguiente al despertar tenía las rodillas, las manos y los codos inflamados, amén de una rojez en el rostro como si fuera una mariposa pegada a él.

Me derivó a medicina interna de forma urgente. Un médico amable y entregado que después de un montonazo de pruebas descartó que padeciera LES, artritis reumatoide y otra enfermedad cuyo nombre ni recuerdo me diagnostica “enfermedad autoinmune inespecífica”. Me recetó una serie de medicamentos que no tomé…hablé con él le dije a lo que me dedicaba (en aquella época además de dar clases de yoga, tenía consulta como naturópata) y que prefería intentarlo con mi método. Recuerdo lo que me dijo: Nosotros no te podemos ofrecer nada que pueda quitar este problema…sólo cortisona, calmantes y protectores gástricos…toma lo que creas que te puede venir bien pero dentro de seis meses quiero verte aquí.” El tratamiento que yo me autoimpuse fue duro, muy duro, pero todo natural y sin efectos secundarios. A los seis meses volví y no podía creerse lo que logré. Me repitió las pruebas de un principio y todo estaba normal. Diagnóstico:”nos habremos equivocado en el diagnóstico y no tendrías enfermedad alguna”…pues vale.

Pero yo ya sabía que algo se había desencadenado y que era cuestión de tiempo para que diera la cara. Seguí cuidándome y tomando elementos naturales para prevenir, pero con todo y con eso volví a tener crisis alguna más fuertes que otras. 262_producto_normal

Pero llega la pre-menopausia y con ella todo se descoloca…Unos años antes de que tuviera alteraciones con el periodo aparecieron los primeros dolores musculares, al principio no muy intensos, luego fueron a más y se iban complicando con dolores tendino-ligamentosos. En esa época ya estaba viviendo donde ahora y ya no pasaba consulta, solo me dedicaba a las clases de yoga, taichí y de estiramientos musculares, así que decidí acudir al médico de cabecera, este me deriva al reumatólogo, más pruebas y el mismo diagnóstico: Enfermedad autoinmune inespecífica y el mismo tratamiento que ya conocía. Yo ya estaba hasta los ovarios de este nombrecito. Así que decido de nuevo tomar de nuevo las riendas de mi salud y no volver al médico. Todo bien, los dolores remitieron, pero no desaparecieron tal y como ocurrió con el primer brote y desde entonces siempre tenía como una especie de “agujetas” que sabía que no eran normales y que algunas veces me producían hasta fiebre.

Llega la menopausia y con ella el horror.

Los dolores se volvieron insoportables. El umbral del dolor cambia de una persona a otra, así como la forma de relacionarse con él y sobrellevarlo. Sé que hay dolores horrorosos y que a cada uno le duele el suyo. Yo no he llegado a tomar todavía morfina, por lo que imagino que los hay peores que el mío, pero para que podáis entenderme voy a poner a mis dolores número del cinco que sería el soportable hasta el diez que es el de “aquí me muero”. No pongo por debajo del cinco porque hace ya diez años que no sé lo que es vivir sin dolor.

Pues bien…el dolor me despertaba por la noche, tenía que agarrarme un lado del cuerpo para poder darme la vuelta en la cama porque si no lo hacía así, me daba la sensación que la parte que estaba en contacto con la cama se me desgarraba al intentar girar. Debía de levantarme un mínimo de treinta minutos antes de la hora normal y comenzar a caminar por el pasillo agarrada a las paredes para “ir calentando y flexibilizando los huesos y músculos”. Lo curioso es que aquí no había inflamación articular a pesar de la rigidez ósea. No podía estar mucho tiempo sentada porque me “quemaban” los isquiones, no podía caminar durante mucho rato porque “me quemaba” el sacro y las piernas no me respondían, también sabía que la cabeza del fémur en contacto con la cadera no andaba muy sana. Pero lo que peor, lo que peor llevaba era el agotamiento. Un cansancio que me anulaba y colapsaba. “Algo” se llevaba mi energía de tal forma que me daba igual comer o no, solo quería llegar a casa y dormir…pero claro, el sueño no era reparador, de nada servía pasarme el fin de semana durmiendo si quería, daba igual..Siempre estaba cansada…Y esto ya no solo afectaba a mi salud, sino también a mi vida personal y familiar. No quise tomar nada natural y con todos esos síntomas ver si esa “autoinmune inespecífica” daba la cara de una vez…pues ni con esas, todo negativo. Y así fui tirando otro par de años, con días malos, pongamos un nueve y días menos malos, pongamos un siete.

Hace tres años a todo lo descrito más arriba se le suma inflamación articular muy, muy dolorosa en las manos…los dedos comenzaron a inflamarse y deformarse, en las uñas de las manos y pies aparecieron lo que en un principio pensé que eran hongos, y comencé a perder la línea del cuero cabelludo y las cejas. Entonces sí que me asusté y muchísimo, porque ya no podía ni agarrar las mantas de la cama a media noche si el frío me despertaba, tal era el dolor y la pérdida de fuerza muscular. Así que pedí ayuda a una alumna de yoga que trabajaba en el hospital y le pregunté si me podía buscar cita con un doctor de medicina interna…..y aquí os voy a dejar, porque ahora es cuando empieza «lo divertido». Solo añadir que cuando venís a pedir información sobre clases de yoga y me contáis sobre vuestros dolores, sé y muy profundamente de qué me estáis hablando y que puedo decir sin temor a equivocarme, que gracias al yoga y a los estiramientos de las cadenas musculares, todavía me tomo esto con humor y que estoy “demasiado bien” para cómo podría llegar a estar…lo dicho, mañana parte del desenlace de todo esto y mi decisión final…que de momento va funcionando.

 

María José Rodríguez Pujante. Profesora de yoga

2 pensamientos en “Convivir con el dolor…..I parte

  1. Jolín!! Vivir eternamente con dolor debe ser horrible !!! Yo soy de las que el nivel de dolor lo tienen muy bajito, es decir que no lo aguanto mucho. Y también tengo alguno, pero poniéndome a tu lado, lo mío es «na». Ánimo !! Espero el desenlace, un abrazo.

    • muchas gracias Carmina, parece ser que somos muchas las personas que tenemos al dolor como acompañante diario, dentro de poquito iré comentando el desenlace, que de momento no parece ir mal. Un beso 🙂

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