Continúo donde lo dejé…. pues aquí que me presento con todos mis dolores y síntomas en medicina interna. Un doctor genial, amable, cercano y empático. Casi dos horas de consulta y me dice que tengo todos los síntomas de ser celíaca. A cuadros me quedé ya que nunca había tenido ni tenía problemas con el estómago. Me envía un montón de pruebas y la dieta sin gluten. A la semana de comenzar la dieta prácticamente todos los dolores desaparecieron y yo no me podía creer lo que era bajar el dolor del «nivel 5» que os comenté en el artícuo anterior. Vuelvo a por los resultados y seguimos con lo mismo..muchos síntomas, muchos frentes pero nada a «lo que poner nombre», eso sí, yo me encontraba muchísimo mejor y sin tomar nada, parecía como si el gluten fuese el culpable de todo lo que había pasado hasta ese momento, así duré dos años….poco a poco vuelven los dolores de huesos, músculos, tendones, ligamentos, piel…y con efecto rebote, es decir, disparados.
Vuelvo a él, más pruebas, más especialistas y «artritis enteropática» como diagnóstico añadido y medicación…cortisona, antiinflamatorios, antipalúdico y protector gástrico…y fuí consciente, muy consciente de que tenía que tomar lo recetado. Y lo hice muy a mi pesar….pero los brotes continuaron y con ellos las pruebas médicas para no llegar a nada claro, seguíamos en la «enfermedad autoinmune inespecífica», y si en un principio comencé con lo mínimo de cortisona, fueron subiendo la dosis para ir «atajando el problema».
Entre esto tuve que ir «acomodando» mi día a día al problema sobre todo de las manos, pequeñas cosas que me ayudaban a trabajar lo mínimo con las manos, cosa harto imposible..como por ejemplo, cambiar la cafetera o el mecanismo de la cisterna del inodoro que era de botón y yo no podía presionar para que bajara el agua…tal era el dolor en las manos.
A primeros de Julio esto se desbordó, tuve un brote terrible en el que ni podía cerrar la puerta de mi casa, porque el dolor no me dejaba realizar el giro de la cerradura, no podía presionar para sacar las pastillas de su blister, sujetar un plato para fregar o ponerme la ropa interior, apareció el brote de nuevo en la piel, la inflamación en todo el cuerpo…y el agotamiento, ese terrible agotamiento que anula toda nuestra persona.
Me voy sin cita previa a reumatología, un doctor encantador y también muy cercano, que como sabe el proceso que sufro, decide añadir a los medicamentos que ya tomo, un inmunosupresor para bajar mis defensas y que no me sigan «atacando».
Y al salir de allí, fué cuando me dí cuenta de que no, ese no era el camino, porque en ese caminar buscando un diagnóstico me estaba fastidiando más que mejorando. Por lo que bajo mi responssabilidad, únicamente bajo ella, decido dejar el antipalúdico y el antiinflamatorio que ya estaba tomando, no tomar el inmunosupresor y bajar la cortisona al mínimo y volver al mundo de la llamada «medicina natural». Me acerqué a una herboristería y compré los antiinflamatorios naturales que creí que debía tomar, así como otros elementos que sabía que me vendrían bien y seguí practicando yoga y estiramientos de las cadenas musculares….Y aquí estoy, mucho mejor anímica y físicamente…ah, y tengo cita la semana que viene para visitar a una doctora homeópata.
Sé que tengo el problema, que tengo una enfermedad autoinmune con muchos síntomas de otras enfermedades y que como bien dijo uno de mis doctores: «hasta que algún día una dé la cara». Puede que con los años tenga que ponerme en vena el inmunosupresor y cualquier otro medicamento, pero de momento tengo que coger yo las riendas de todo esto y negociar con lo que tengo, porque me aterran más los efectos secundarios de lo que estaba tomando que los dolores en sí.
He tenido que llegar a oir «que no me dolería lo bastante» de mujeres que se han acercado a preguntar por el yoga con más miedo que ganas (y porque el doctor se lo había recomendado) porque no entienden que a pesar de mis dolores ni uno solo, ni un solo día he dejado de trabajar a pesar de que han querido darme la baja. De que «el dolor de ellas» es insufrible…el mío no. De forma, que ya no vendo nada, ni intento convencer a «esas sufridoras» de que a mí también me duele. Ya me da igual que les duela y de saber que el yoga y los estiramientos que hacemos les vendrían de maravilla y que ayudan a sobrellevar el dolor y a que el cuerpo no colapse y se «cierre» del todo. A esas personas que sufren más que ninguna y que más que nada vienen a preguntar para «cubrir el expediente» y a contarme toooodo lo que sufren y el porqué no pueden hacer yoga ni estiramientos ya no deseo escucharlas, ni dedicarles mi tiempo, ni mi energía.
Suena duro leer esto en una profesora de yoga a la que se le presupone que tiene que ser tolerante con todo ¿verdad?….No, nos equivoquemos. El yoga me ha dado también ese punto en el que poner límites sanos y ayudar a quien realmente quiere ayuda y para esto último, siempre, siempre estaré por aquí. Mi energía, mi tiempo, mis ganas y conocimiento estarán a disposicion de quién desee trabajar consigo mismo, ayudando al doctor en su proceso y no dejando toda la responsabilidad de su curación en manos de aquel.
Ya os iré contando, porque a finales de Septiembre tengo que volver a medicina interna, y tendré que contarle al doctor mi decisión.
María José Rodríguez Pujante. Profesora de yoga