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Mi confinamiento

 

Días muy extraños estos que estamos viviendo. Una situación que hemos visto en películas o series de tv. Pero que jamás se nos pasó por la cabeza que nosotros seríamos los protagonistas de algo así.

Y aquí estamos…confinados (Este verbo latino se deriva del vocablo clásico confinis (contiguo, vecino, que comparte un límite común) o del sustantivo confinium (límite común a dos terrenos).

Personalmente estoy viviendo esto aparte de como un confinamiento global,  también familiar e individual.

Y estos dos últimos son de los que más estoy aprendiendo.

Quizás la primera semana muchos de nosotros la empleara para ordenar y limpiar su casa. Siempre he dicho que mi casa es una extensión de mí.

A pesar de trabajar algunos días más de diez horas, siempre he procurado tenerla ordenada y “medianamente limpia” porque cuando llego del trabajo, mi casa “me recibe” y no es lo mismo que te reciba algo que es agradable a la vista, a que te reciba algo que te empuja a darte la vuelta y salir de nuevo. He aprovechado para hacer limpieza de todo…es decir, tirar lo que llamamos “los por si”…. He creado espacio… Qué curioso ¿verdad? Es lo mismo que hemos dejado en las calles para que la naturaleza se vaya recuperando. Le hemos dejado espacio.

La segunda semana, ya una vez todo limpio, ordenado y despejado, puede que la utilizáramos para estar más cerca de aquellos con los que compartimos casa…nuestros hijos, pareja o compañeros de piso. Y esto puede ser más complicado que una limpieza general de nuestra vivienda o dormitorio. Convivo con mi pareja, mis hijos, mis padres…todos los días…convivo, pero no los vivo.

Nuestro sistema de vida (y esto es una opinión muy personal) nos ha obligado a vivir las relaciones con los demás desde los extremos. Y desde ahí todo marchaba más o menos bien.

Nuestro día a día era algo rutinario. Trabajo, vida social y a dormir a casa. Procurando no pasar mucho tiempo en ella a solas con los nuestros y no sé por qué. Pero si analizáis el tema y sumáis horas, la casa simplemente estaba para ir a dormir y poco más. Y lo mismo la familia. Cuando se llegaba a casa del trabajo entre ayudar a los niños con los deberes, la cena, preparar la lavadora y las cosas para el día siguiente, no había rato para más.

Y El fin de semana se empleaba en salir con los amigos, a la playa, de viaje…donde fuera. Pero procurando estar rodeados de gente y bullicio, casi nunca a solas.

Y hete aquí que la vida nos dice que NO.. que miremos al que está al lado o lo que está al lado. Y eso estamos haciendo.

Esto nos está obligado a un ejercicio de conocimiento mutuo y común, en el que encontraremos muchas cosas que no nos gustan del otro ( y al otro tampoco algunas nuestras) y con las que vamos a tropezar porque no las querremos aceptar. Discutiremos, nos enojaremos y gritaremos….pero una vez desahogados, miremos hacia fuera, no hacia dentro. Sí, hacia fuera. Porque no todo es o soy YO. Analicemos que no nos gusta de lo que hay fuera, por qué nos sentimos “agobiados o atacados” y si es necesario acudamos a un profesional de la psicología que nos ayude. Podemos salir muy, muy enriquecidos en esto de explorar los “límites de lo que hay más allá de nosotros”..

La tercera semana quizás hubo que echar mano de nuestros recursos personales para sobrellevarlo mejor..la creatividad, la pintura, las manualidades, la música, la cocina….Todos hemos tenido que ir acomodándonos a estos días de confinamiento…y si se ha llevado bien habremos descubierto muchas cosas sobre nosotros y nuestras capacidades de adaptación y resilencia. Aquello para lo que siempre decíamos “yo no tengo paciencia…” o “no sirvo para eso…” Y ahora resulta que sí…que fíjate tú que hasta me sale bien. Me relaja y me ayuda a tener la mente en otro punto. De forma que ha tenido que llegar una situación como esta para ir “des- cubriendo” mis recursos personales.

¿Y qué hacemos en la cuarta semana ya?… No sé vosotros. Os diré lo que estoy haciendo yo. Y es reordenar todo lo anterior…Aceptar que esto ha venido para quedarse, sin alarmismos. Pero todos los virus que fueron llegando anteriormente, se han quedado. Se han descubierto vacunas y hemos compartido nuestra vida con ellos.

Aceptar que mi trabajo ahora va a cambiar, igual que el de muchos, y que tendré que adaptarme a nuevas formas de hacer las cosas. Yo, que soy mujer de rutinas, de tenerlo todo controlado para que nada me “desbarate” más allá de donde pueda manejar. Acepto que eso ya no será así. Tengo que aprender a negociar con el miedo que me produce que algo no salga bien o como tenía planeado y a que todo sea perfecto…

Ahora no hay planes más allá de una semana. Y si lo que tengo pensado para el lunes que viene no sale pues no ocurre nada. Tengo recursos para hacer otra cosa. Tengo que aprender a soltar y confiar. Y eso es lo que quiero y deseo mantener cuando podamos salir de estos confines…

Seguiré aprendiendo…

María José Rodríguez Pujante. Profesora de yoga