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Karma: por acción y omisión

 

En el hinduismo, el dharma es la ley universal de la naturaleza, ley que se encuentra en cada individuo lo mismo que en todo el universo. A nivel universal esta ley se manifiesta por movimientos regulares y cíclicos. Por este motivo se simboliza al dharma como una rueda que torna o gira sobre sí misma. Este símbolo es el que se encuentra en la bandera de la India.
A nivel del individuo humano, el dharma adquiere una nueva acepción: la del deber ético y religioso que cada cual tiene asignado según su determinada situación de nacimiento.
Los hindúes no llaman «hinduismo» a su religión, sino sanatana dharma, que se traduce como ‘religión eterna’.
La ley del karma dice que para cada acción, existe una consecuencia; para cada causa, hay un efecto; todo lo que se envía al Universo, regresa a nosotros tarde o temprano. El karma de una persona – o un colectivo – se puede manifestar durante un ciclo de la rueda de la vida, o durante el siguiente – durante esta vida, o la próxima.
Para lograr un ‘buen karma’ es necesario vivir de acuerdo al dharma, es decir, actuando correctamente y siguiendo las enseñanzas espirituales más elevadas. Toda acción que beneficie al individuo, a quienes lo rodean y a la humanidad en general, es considerado dharma y generará buen karma.
El dharma tiene el poder de balancear y borrar el mal karma acumulado, y en ese sentido afecta nuestro futuro inmediato al igual que próximas vidas.
Para acumular buen karma, el individuo debe seguir el camino del dharma que implica virtudes como pureza, compasión, honestidad o verdad y austeridad. Una vida que vaya en contra de estos preceptos, se considera adharmica. El adharma se basa principalmente en tres vicios – el orgullo, promiscuidad o violencia física e intoxicación.
A los occidentales nos cuesta entender esto, no es nuestra religión ni nuestra forma de vivir o sentir la vida, pero hay un karma colectivo que ahora estamos todos viviendo y es el tan manido cambio climático. La tierra simplemente nos está devolviendo lo que hemos hecho hasta ahora: no hacer nada, bajar la cabeza o sonreir irónicamente cuando expertos climáticos hace decenas de años, nos avisaban de lo que podría ocurrir si no cambiábamos las emisiones de gases. Fueron las grandes potencias las que más se negaron a cambiar sus políticas medioambientales, de forma que si ahora sufren inundaciones, sequías y algo más es parte de su karma, por muy duro, desagradable y cruel que nos pueda parecer y esto no es una religión. Es la vida y ella no entiende de sentimentalismos, solo de leyes naturales.     
Hoy después de leer sobre el último desahucio en nuestro país y sus trágicas consecuencias, he querido recuperar lo arriba expuesto porque hay un karma por acción, pero también lo hay por omisión, y eso es lo que no deseamos saber, nos va mejor mirar para otro lado. El permitir, silenciar o ayudar a que determinados hechos tengan lugar, va a repercutir en nuestro futuro más o menos lejano (karma) aunque solo estemos cumpliendo órdenes superiores. Quizás es que tenemos que esperar a que absolutamente todos y cada uno de nosotros, tengamos en nuestra familia algún desahuciado, hijos, nietos o padres pasando hambre para que estallemos ante lo que está ocurriendo y nos sirva de acicate para salir a la calle y poner fin a esta sinrazón, pero parecen ser muy pocos quienes mantienen todavía su ética intacta.
Personalmente no me creo ya a ningún político sea de la ideología que sea, desde que se permitió el primer desahucio y dieron mis impuestos al rescate bancario, para mí perdieron toda credibilidad, por lo que oírles hoy en televisión dándose palmaditas unos a otros porque “ambos” (y que no sirva de precedente), se han puesto de acuerdo en cambiar esta asquerosa ley que permite los dramas que estamos viviendo, me produce hasta fatiga. No apuesto mi vivienda que de aquí a nada, estarán peleándose por decir que fue uno y no el otro, al primero que se le ocurrió la idea de cambiar la ley para evitar que la gente se suicide ante la idea de tener que vivir en la calle….

 

María José Rodriguez Pujante. Profesora de yoga